En 1976 el eterno Sohrab Shahid Saless abandonaba Irán para instalarse en Alemania. Su segundo largometraje, Still Life (1974), había ganado el Oso de Plata de la Berlinale y los obstáculos para hacer cine en su país (presiones gubernamentales y censura, todavía en los tiempos del Sha), eran infranqueables. Fue uno de los pioneros en buscar otros horizontes fílmicos y existenciales ante una asfixia que, por supuesto, no se detendría con la Revolución Islámica de 1979. En tiempos recientes, es en el territorio documental donde encontramos una robusta comunidad cinematográfica en el exilio. La distancia como catalizador para analizar las heridas acumuladas tras décadas de represión por el régimen de los Ayatolás, las fracturas generadas por un gobierno en irremediable conflicto con una población decidida a romper con las cadenas impuestas (como demuestra el reciente movimiento “Mujeres, Vida y Libertad”).
Ese trayecto se dibuja de manera clarividente en el extraordinario díptico que Mehran Tamadon concluyó el pasado año, compuesto por My Worst Enemy y Where God is Not. La primera imagina un interrogatorio ficticio en el que el propio Tamadon (exiliado en Francia) se enfrentaría a la policía islámica ante un hipotético regreso a Irán. En la segunda, se recrea la estancia en prisión de tres represaliados que sufrieron torturas y coacciones en cárceles del país, y que ahora han encontrado refugio lejos de sus fronteras. La huida como como salvación individual y como vía para preservar su legado cultural ilumina Celluloid Underground, en la que Ehsan Khoshbakht pone el foco en un coleccionista que escondió miles de películas para evitar que el régimen los destruyera. El patrimonio cinematográfico se da cita también en How Dare You Have Such a Rubbish Wish de Mania Akbari, sensacional ensayo feminista construido a partir de fragmentos de filmes que van desde el silente hasta justo después de la Revolución Islámica para mostrar la representación de las mujeres, observadas siembre bajo miradas masculinas, señalando así la opresión eterna desde una posición lúcida y desafiante. La artista Sara Dolatabadi, cuya existencia itinerante le ha llevado a Japón o Francia, Estados Unidos o Gabón, regresó al hogar para filmar An Owl, A Garden & The Writer, retrato de su padre, el célebre escritor Mahmoud Dolatabadi, quien experimentó la pobreza, el encarcelamiento y una indestructible resistencia contra los represores. La directora fusiona los escritos de su progenitor con la imaginación de su propia hija, reivindicando la vena creadora como motor para sobrevivir y superar los barrotes de un sistema que hoy parece más débil que nunca. (JHE)
Javier H. Estrada
Miembro del comité de selección de Documenta Madrid y comisario del programa Los barrotes del destierro. Documental iraní en el exilio, en colaboración con la Filmoteca Española.