Robert Frank. Beat, Beat & Me. Una retrospectiva completa

Robert Frank ©Dodo Jin Ming
Autor de la foto: ©Dodo Jin Ming
 

"Una decisión: dejo mi Leica en el armario. Ya basta de acechar, perseguir, a veces captar la esencia del blanco y negro, el conocimiento de dónde está Dios. Hago películas. Ahora hablo con las personas que se mueven en mi visor. No es simple y no tiene mucho éxito".

Robert Frank sobre su cambio de la fotografía al cine.

 

Robert Frank (n. 1924, Zúrich) fue uno de los fotógrafos más conocidos y aclamados del mundo. Sin embargo, también fue cineasta, un hecho que, en comparación, pocos recuerdan o conocen. A partir de 1959 dejó en suspenso su trabajo como fotógrafo para centrarse en el cine, completando más de 25 películas a lo largo de 50 años de carrera hasta su muerte, en septiembre de 2019. Muchas de ellas son consideradas como obras trascendentales en el ámbito del cine independiente y documental internacional.

Muy a menudo eclipsado por su trabajo fotográfico, las películas y videos de Frank han ido ganando, sin embargo, cada vez más reputación internacional. El crítico de cine del New York Times Manohla Dargis calificó a Frank como "uno de los cineastas independientes estadounidenses más importantes e influyentes del último medio siglo". Después del reconocimiento global de Frank como fotógrafo en la década de 1950 con su libro The Americans, su primer contacto con el cine se produjo en 1959, cuando codirigió el cortometraje experimental Pull My Daisy con Alfred Leslie. Este trabajo, ahora clásico, cuenta con la narración de Jack Kerouac y un elenco que incluye al poeta Beat Allen Ginsberg, a Peter Orlovsky y a Gregory Corso. La película de Frank y Leslie fue recibida de inmediato como algo fresco y emocionante. Jonas Mekas escribió en su columna "Movie Journal" en Village Voice que la película apuntaba “hacia nuevas direcciones, nuevas formas de salir de la oficialidad congelada y la senilidad de mediados de siglo de nuestras artes, hacia nuevos temas; una nueva sensibilidad”.

El trabajo cinematográfico de Frank continuó con esta misma cualidad innovadora en el transcurso de las siguientes cinco décadas, desafiando continuamente cualquier tipo de categorización fácil, moviéndose entre la ficción, el documental y el ensayo, en una época en la que tal desdén por los límites no era la norma. Una de sus características consistentes es la autorreflexión inquisitiva, heredada de los escritores Beat que proporcionaron inspiración temprana tanto para sus fotografías como para sus películas. Otros fenómenos (contra) culturales estadounidenses también despertaron su interés, tanto las protestas contra la superpoblación (Life-Raft Earth), como la búsqueda de energía limpia (Energy and How to Get It), los conciertos de los Rolling Stones (su célebre y casi inédito Cocksucker Blues sigue siendo difícil de ver todavía hoy en día) o el legado del movimiento Beat (This Song for Jack, Harry Smith at the Breslin Hotel 1984). En un momento en que Estados Unidos está nuevamente dividido por las protestas, ver estas urgentes cápsulas del tiempo de tensiones y agitaciones pasadas resulta casi profético.

El otro hilo conductor de su obra es la autobiografía, ya que Frank volvió su lente hacia él y su familia una y otra vez, con películas en forma de autorretratos más tradicionales: Conversations in Vermont, Life Dances On, Home Improvements, The Present, Flamingo, True Story; o con experimentos lúdicos con puestas en escena: About Me: A Musical, C'est vrai, I Remember. Dado que su vida se reflejó tan a menudo en su cine, no es de extrañar que sus propios vagabundeos también encuentren su camino en su trabajo, ya que las películas de Frank con frecuencia dejaban atrás su hogar en EE. UU. para investigar Nueva Escocia (Keep Busy), París y Taipei (Sanyu), la región del Ruhr de Alemania (Hunter) y Suiza, su país natal (Tunnel, Fernando).

Aparte de estas preocupaciones temáticas, la introducción de Stefan Grissemann a la obra seminal “Frank Films: The Film and Video Work of Robert Frank”, una colección que editó junto con Brigitta Burger-Utzerv en 2003, cuando apenas comenzaba la reevaluación crítica del trabajo de Frank, proporciona una descripción maravillosamente lírica de los intereses más fundamentales del cineasta: “Si hubiera un término que pudiera delinear estéticamente el trabajo de Frank, sería ‘fugacidad’”. Los documentales de Frank, pero también sus obras de ficción, poseen un amor desenfrenado por el presente, una devoción por la fugacidad del momento. Frank es un maestro del eufemismo radical, del rechazo. Su estilo, su lenguaje y su tiempo es el presente, como si quisiera atravesar la constitución de su medio que mantiene vivo el tiempo, haciéndolo eternamente reproducible como memoria. Las películas y videos de Frank no contienen, al menos aparentemente, casi ninguna imagen "grandiosa" ni momentos "distinguidos". Sus películas rechazan el "cine". De todos modos, a Frank no le interesa estar a la altura de ningún tipo de “arte”. Estas películas pretenden estar presentes en el momento solo en dos aspectos: el momento en que se replican y el momento en que se observan, para luego inmediatamente "retirarse" de la conciencia, como si nunca hubieran estado allí, como los sueños que realmente no puedes reconstruir cuando te despiertas. Estas películas no están hechas para dejar huella, permanecen pálidas, inaprensibles, son más "atmosféricas" que "pictóricas". (“Si uno mira un poco más profundo, sin embargo, esta impresión cambia: al revisar las imágenes fijas de las películas de Frank, por ejemplo, se nota inmediatamente una belleza compositiva única, una precisión visual que es difícil de reconocer en las películas mismas. La fascinación constante por este trabajo radica en que parece restar importancia, incluso hasta el punto de negar su propia belleza”).[1]

Esta retrospectiva completa, organizada por Documenta Madrid en colaboración con la Filmoteca Española y Cineteca Madrid, presenta por primera vez la obra entera de cine y video de Robert Frank en España y funciona como un medio para celebrar los innumerables logros de Frank un año después de su muerte a los 94 años. Es una oportunidad única para que el público madrileño descubra los rincones más desconocidos de su obra y se enfrente al enfoque transnacional y transfronterizo del artista estadounidense-suizo, que sigue siendo tan vital hoy como lo fue durante su larga y celebrada carrera.

Cecilia Barrionuevo, James Lattimer y Gonzalo de Pedro.


[1]  Stefan Grissemann, Vérité Vaudeville. A Passage through Robert Frank’s Audiovisual Work. In: “Frank Films: The Film and Video Work of Robert Frank”, Brigitta Burger-Utzer & Stefan Grissemann (eds.), (Göttingen: Steidl, 2009), pp. 19-51, p. 20.

 

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